25 de Abril de 2024
Una opinión diferente
Por: Isael Petronio Cantú Nájera

Los niños…

30 Jun 2017 / *¡No existe Estado, ni sistema democrático, ni gobierno, ni sociedad cuando nos quedamos impávidos ante el asesinato de los niños!

Dos fatídicos sucesos entresacados de la bruma de la mitología; uno de la griega y otro de la judeocristiana, nos arrojan datos de la atrocidad del infanticidio. A los padres de Edipo el oráculo de Delfos les dijo que nunca tuvieran hijos, pues si desobedecían al destino, el hijo nacido, mataría al padre y copulando con su madre tendría a su propios hijos… nació el niño y lo mandaron a matar.

Herodes I El Grande, supo que nacería un “mesías” que lo destronaría y para evitarse problemas: mandó a matar a todos los niños menores de 2 años en todo su reino. Cabe aclarar que los niños que deberían haber sido muertos, por lo menos no murieron en la infancia y cumplieron su trágica vida sin poderse escabullir de su destino, pero ambos relatos nos ponen la carne de gallina.

Ambos hechos aborrecibles marcan el grado de insania de momentos culturales oscuros de la humanidad; fuera de ello, casi todo el reino animal trae un código genético de multiplicación y protección de sus hijos y si moral tuvieran, seguramente castigarían severamente el asesinato de la prole. Basta ver como la famélica perra se bate contra el potente león para salvar a sus perritos y al león enfrentarse al armado hombre para defender a sus cachorros… o la más discapacitada de las mujeres tirar dentelladas para defender al crio.

¿Qué pasa cuando unos hombres armados, con potentes rifles propios para la guerra, entran a una casa y por la espalda asesinan a cuatro niños? ¿Qué odio, que miedo, que profundo complejo los anima a quitar la vida con sevicia a criaturas indefensas, destrozando sus vitales carnes, sus frágiles huesos y destruir su inocente consciencia con imparables balas?

¿Qué culpa hay en la existencia infantil, entendiendo que los delitos de los padres no son imputables a los hijos?

¿Quién de los asesinos es castrado e impotente para no tener hijos y de ello asume el odio cerval? Seguramente tienen hijos y estos, entrarán al círculo perverso de la muerte.

Algunos argumentos que nos explican ese acto de locura son los siguientes:

El capitalismo en su fase imperialista y neoliberal es un modo de producción de sobreexplotación del hombre por el hombre, donde los valores éticos y morales se descentran del hombre y se concentran en la acumulación de capital. El pobre no vale nada y por consiguiente es prescindible o muere en los hornos crematorios quitándole el oro de los dientes, o sirve para la diversión de los que concentran riqueza y se solazan con la destrucción.

El Estado de Derecho, como una superestructura o un todo cultural que tenía como fin garantizar el respeto irrestricto a todo tipo de pacto (obviamente derechos y obligaciones) ha sido desplazado por la anarquía, dando pié al uso de la fuerza por encima de la razón. Su rasgo más crítico es la conducta corrupta de jueces, ministerios públicos y policías y la connivencia entre delincuentes y burócratas de los aparatos de seguridad, donde ya no se distingue donde está el defensor de la ley o el transgresor.

El ultraindividualismo que ha roto los lazos societarios y los sentimientos de solidaridad tan caros al cristianismo y que hoy, su máxima bajeza y muestra del abandono del amor filial es: el cura pederasta violentando en nombre de dios a los niños.

Quebrados los lazos societarios de grupos, clases sociales, de partidos, de sindicatos, de instituciones, de pueblo, de familia, lo que queda es la locura de una guerra sin sentido, donde el valor de la vida humana ya no es tasable, volviéndose imprescindible. Da igual matar niños que adultos.

Pero siempre queda algo de luz en la más oscura noche donde el rapaz animal todo destruye: una candela sobre la bondad de la vida, sobre su sentido de felicidad auténtica sin construirse a expensas de la infelicidad del otro y que tiene que ver con la construcción racional de un mundo justo, cuya idea la tomo de Rawls: en un mundo ideal de todos iguales, el reparto debe ser por partes iguales y ahí donde se tenga que romper la regla debe ser: solamente para darle más a los que menos tienen.

Tiene que ver con terminar con los privilegios de todo tipo y construir una igualdad sustantiva que no solo sea formal porque la ley lo dice, sino real porque materialmente tenemos los mismos derechos y cumplimos a carta cabal con las mismas obligaciones y al final del día: los pactos de voluntad entre todos se han cumplido. Tiene que ver con asumir el poder colectivamente (ciudadanía participativa y control de los políticos).

Pero no es así, en medio de la confusión se han entronizado los peores hombres, los asesinos de niños y han elaborado un discurso que confunde y nos lleva de nuevo a la caverna platónica: vivimos creyendo que las sombras son la realidad.

¿Por qué se utilizó toda la maquinaria del Estado, creo que incluso el mismo programa israelita “pegasus” utilizado para espiar a periodistas y defensores de los derechos humanos, para encontrar primero a los asesinos de un policía adulto? ¿Quién relativizó la importancia del asesinato brutal de cuatro niños? ¿Dónde está nuestro azoro, nuestra dignidad humana, nuestro amor al prójimo, nuestro acto animalista para proteger a los hijos del hombre y de las mujeres? ¿Por qué no replicamos, retuiteamos, feisbuqueamos ese asesinato? Porque ¿no son nuestros hijos? Porque ¿eran hijos de un supuesto delincuente? Porque ¿eran…?

No, no lo hacemos porque en última instancia, con nuestra indolencia, con nuestro egoísmo, también estamos jalando el gatillo de la pistola que apunta a la cabeza del otro… luego, cuando amanezca y veamos que la pistola apunta a nuestra cabeza quizá… ya sea demasiado tarde. ¡Pum!

¡No existe Estado, ni sistema democrático, ni gobierno, ni sociedad cuando nos quedamos impávidos ante el asesinato de los niños! ¡Tenemos que destruir las carcomidas instituciones de esta república neoliberal y construir un nuevo Estado, donde, se instaure una cultura profundamente comprometida con el respeto de los derechos humanos soportada en el andamiaje de una gobernanza democrática y donde los niños y las niñas sean el centro de las políticas públicas y se construyan en libertad con una consciencia plenamente humanista.

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